miércoles, 29 de noviembre de 2023

Viajes: caminos, lugares, acentos (8)

 CARCASONNE, CIUDAD DE LOS CÁTAROS

 

Acceso a la ciudadela, por la Puerta de Narbona

             Los cátaros o albigenses formaron un movimiento religioso, de carácter gnóstico: se extendió por la Europa occidental a mediados del siglo XI. Arraigó con fuerza en el siglo XII y se difundió hasta el siglo XIV entre los pobladores del Mediodía francés, especialmente en el Languedoc, donde contaron con la protección de señores feudales, vasallos de la corona de Aragón.

            En sus etapas “pauliciana” y “bogomila”, los cátaros basaban sus creencias en la dualidad de Dios-Satanás, entendido como el bien y el mal; criticando los excesos de los altos jerarcas de la iglesia y sus formas de vida impuras. Negaban los sacramentos, predicaban la salvación, creían en la reencarnación, utilizando el ascetismo como forma de vida, rechazando todo lo material por considerarlo demoniaco. Las creencias cátaras procedían del cristianismo más primitivo. El centro de la cultura y religión cátaras estaba en la ciudad de Toulouse, aunque Carcasonne también fue uno de sus centros religiosos más activo.

            La iglesia católica vio en los cátaros un peligro para su negocio de la fe, declarando heréticas sus doctrinas. Frente a su extensión e influencia, la jerarquía católica requirió la intervención de la corona de Francia para exterminarles, erradicarlos violentamente. El papa Inocencio III organizó y financió una “cruzada” contra los cátaros o albigenses. A finales del siglo XIII estaban extinguidos, tras una larga persecución. La iglesia católica volvía a tener en su poder el negocio de la fe, sin ninguna competencia.



Entrada al castillo de Carcasona

        Narbona, más al sur, cerca del Mediterráneo, fue el campo de la batalla final de la “cruzada” albigense, entre la corona de Francia y el reino de Aragón, por el dominio del Rosellón.

NOS VAMOS A CARCASONNE.- A las nueve y veinte de la mañana, marchábamos en coche hacia Toulouse, por la A64, para luego bajar por la A61 hasta Carcasonne o Carcasona, en lengua occitana. A lo largo del trayecto, se sucedían los campos de colza, con su amarillo característico; los campos de girasoles, en grandes extensiones; los campos de maíz… Francia es un país agrícola y ganadero, de gente laboriosa, reservada, quizá un tanto huraña.

Capital del departamento del Aude, región de Occitania, Carcasonne es mundialmente conocida por su ciudadela amurallada. El conjunto arquitectónico fue restaurado bajo la dirección de Eugène Viollet-le-Duc, en el siglo XIX. La ciudad está a medio camino entre Narbona y Toulouse. Su emplazamiento entre el mediterráneo y el Atlántico es conocido desde el neolítico. Al norte de la ciudad, la montaña negra; al este, las Corbières; al oeste, la llanura de Lauragais; y al sur, el valle del Aude.

            Carcasonne fue escenario de episodios durante la “cruzada” contra los albigenses, cuando la ciudad era feudo de los cátaros. En agosto del 1209, el ejército de Simón Montfort se hizo con la ciudad, después de sitiarla dos semanas. Hizo prisionero a Raimundo Roger Trencavel, amplió las fortificaciones  e hizo de la ciudadela la frontera entre Francia y la corona de Aragón. En el año 1213, la batalla de Muret fue ganada por Simón de Montfort a Pedro II de Aragón. Fue el inicio de la dominación de los reyes de Francia sobre Occitania.

Acceso principal a la catedral de Saint Nazarie

MARAVILLAS MEDIEVALES.- La ciudadela, o antigua ciudad fortificada es una maravilla. El único inconveniente: las masas de humanos que transitamos de un lado a otro por las estrechas calles, teléfono en mano fotografiando todo lo que se mueve. En ese espacio medieval, es fácil trasladarse mentalmente a un tiempo de juglares, damas y caballeros. No hay señales de que la ciudadela sufriera el azote de los católicos, en su lucha por liquidar a los cátaros: en las mazmorras de su propio castillo, el vizconde Raimundo Roger Trencavel, gran valedor de los cátaros, murió envenenado.

La mayoría de los rincones de Carcasonne son fotografiables, sin poder evitar a los humanos cruzándose. Obtener una sola fotografía sin presencia humana, es imposible. Las murallas del castillo se pueden ver desde dentro, pagando; o desde fuera, buscando esquinas desde las que obtener imágenes. Ver el castillo y las murallas desde el interior, implica pagar. El turista siempre paga, por todo. Agua incluida.

LAS GÁRGOLAS DE SAINT NAZAIRE.- La gran sorpresa de Carcasonne está en las gárgolas de la catedral de san Nazaire y san Celse. Las gárgolas son la parte sobresaliente de los caños para evacuar el agua de la lluvia sobre los tejados de los edificios. Evitaban que el agua tocara los muros y provocara humedades y deterioros. En la arquitectura medieval, las gárgolas adoptaban la forma de figuras grotescas: hombres, animales, monstruos, demonios. Tenían la función simbólica añadida de proteger los templos, asustar a los pecadores. Entre los siglos XIII y XIV fueron la mejor iconografía del miedo.

Una de las gárgolas más inquietantes de Saint Nazarie

La basílica de saint Nazaire y saint Celse, en su exterior, está cuajada de gárgolas, no todas puestas para evacuar el agua de las lluvias: extraños animalejos, que pueden ser agresivos perros, o monstruos de feroces mandíbulas; cabezas de hombres, mujeres… todas diferentes; clérigos agachados bajo esos temibles animales de piedra, clérigos en solitario, con una expresión temible. En una de las esquinas, a dos paredes, se observa un monstruo o demonio que sujeta a otro animal bajo sus patas: las interpretaciones son muchas, porque esta gárgola no forma parte de la canalización del agua. Para algunos expertos, se trata de un acto de lujuria, que no puede entrar en el lugar sagrado. La realidad es que no se conoce su significado: sólo hay especulaciones. En el tiempo de las gárgolas, se les otorgó poderes contra el mal, para rechazar los pecados dentro de los templos.

            COMER DE MENÚ.- Seguimos nuestro recorrido hacia la Rue du Plô. Buscamos un restaurante recomendado. Pasamos por la calle del Petit Puit (Pequeño pozo), donde hay efectivamente un pozo. La ciudadela se abastecía de agua a través de pozos. Es una zona de restaurantes, de todo precio, normalmente alto (no hay restaurantes baratos en Francia). Llegamos hasta la Plaza Marcou, totalmente tomada por las terrazas de los restaurantes: sólo dejan un estrecho pasillo para transitar hacia otras zonas de la ciudadela.

Los restaurantes están por todas las calles, en espacios público, utilizados como privados. Los taberneros se han impuesto, aprovechan los espacios de los ciudadanos para sus negocios; aunque hay que reconocer que son legión los que manifiestan su conformidad con ese uso del espacio público.

Comimos en Le Cachotier (El Reservado), un local con un patio interior cubierto por un entramado de plantas trepadoras que hacen de techumbre. El menú, consistente en una entrada, un plato y un postre, subió a los 24 euros. Entre sus especialidades: carpaccio de ternera, ensalada de queso de cabra, ancas de rana (con ajo y perejil), Cassoulet, hamburguesas, pinchos de pollo, creme brulée… los menús de 29 euros ofrecían foie gras a baja temperatura, Tataki de pato, Graviax de salmón, filete de atún, pinchos de ternera marinada… También disponían de un menú vegano y de un menú infantil (12 euros). La comida tiene calidad: es lo menos que se les podía exigir, por los altos precios.

Turistas paseando la ciudadela

No son muchos los países que ofrecen caracoles en sus menús. España, Francia o Italia los proporcionan, con sus propias recetas. En Foix se podían degustar caracoles preparados con mantequilla, albahaca y ajo, a la borgoñesa. Pero no quise adentrarme en un guiso que, en España, se prepara divinamente en zonas como San Lúcar de Barrameda (Andalucía), donde distinguen entre caracoles y “cabrillas”, en guisos aromatizados, con hierbas, tomate y vinos… en la próxima ocasión degustaré el sabor de los gasterópodos galos.

            Volvimos sobre nuestros pasos. En la zona de la catedral, mi fascinación por las gárgolas me llevó a realizar nuevas instantáneas de esas extrañas figuras, acompañadas de personajes anónimos. Y la extraña figura de lo que parecía un clérigo atormentado, se me antojó la representación de algún sonido insoportable: los gestos de dolor, con las manos tapándose las orejas estremecían (esa gárgola parecía restaurada).

            El zoom de la cámara me permitió “acercarme” a otra de las figuras raras, de difícil identificación: una especie de perro alado, expresión terrorífica. Incluso parece que fueran dos raros animales, uno sobre otro. Un poco más allá, otra gárgola sin aparente función de desagüe: ¿un perro alado? En el capitel de una columna, un relieve deteriorado de lo que parece la lucha entre un caballero, con escudo y espada, peleando contra un dragón: ¿san Jorge y el dragón?

            Antes de ir al parking, para trasladarnos hasta Carcasonne ciudad, o la ciudad actual, es recomendable darse un pequeño paseo por el cementerio. Está extramuros, cerca de la puerta de Narbonne. Hay toda suerte de sepulcros, en función del poderío económico de cada familia.

Texto y fotografías: Pablo Torres
Del libro de viajes "Caminos, lugares, acentos".
Se editará a finales del año 2023 o inicios del 2024.
(Reservados todos los derechos de copias fotográficas.
No está permitida la reproducción gráfica, sin autorización del autor)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario