Panorámica de Rieux-Volvestre, desde las afueras del pueblo (Foto: Pablo Torres)
1.- UN PUEBLO MEDIEVAL
Al otro lado de los Pirineos, un
pequeño pueblo de poco más de dos mil quinientos habitantes conservaba su
estructura de villa medieval: un buen conjunto de edificios que resistían el
paso del tiempo. Tadeus Kunzt quiso
ver la configuración urbanística de ese núcleo, Rieux-Volvestre, posiblemente de origen eclesiástico-militar,
abrazado por el río Arize. Ivana no puso ningún reparo a que
viajara, incluso le sonrío, pidiéndole que no se ausentara demasiado tiempo.
–Cuatro
días, más dos para la ida y la vuelta. Estaré con vosotras en un abrir y cerrar
de ojos.
–¿Qué
haríamos nosotras tres sin ti?
–¿Qué
haría yo sin vosotras?
Un
antiguo compañero de Arquitectura, especializado en restauración de edificios
medievales, le puso en contacto con Alex
M. Bouyssi, española afincada en Rieux-Volvestre, pueblo en tierras de los
cátaros, que se mantenía dentro de sus límites urbanos con algunos destrozos
causados en tiempos de la Revolución francesa, o burguesa, cuando los más
radicales, hartos de los privilegios de nobles y clérigos, echaron abajo un par
de conventos, dejando espacios comunales abiertos para el pueblo, uno de ellos
renombrado como Plaza de los Jacobinos,
en recuerdo de los revolucionarios más revolucionarios que hicieron de la libertad,
igualdad y fraternidad la mejor norma de convivencia social.
El
avión, pequeño y estrecho, hasta cierto punto incómodo, completó el vuelo
Madrid-Toulouse en una hora. A ese tiempo se añadía las dos horas previas al
vuelo en el aeropuerto; más las pérdidas de tiempo en la llegada. Aunque nada
más salir, le esperaban Alex M. Bouyssi,
funcionaria en el Gobierno regional, animadora cultural y actriz; y Gilles Lacoste, actor y profesor de
arte dramático, para trasladarse en coche siguiendo la A-64 para salir en
dirección Carbonne y luego llegar
hasta Rieux-Volvestre; y alojarle en
una casa antigua, de cuidada fachada, dentro del casco histórico de la villa.
En
la casa de Alex M. Bouyssi, rue de Salles, les esperaba Tanguy Tomasi, francés de las Antillas, pareja de Alejandra Muñoz Bouyssi. En el salón
principal de la casa, en un costado próximo a los ventanales que dan a la
calle, sobre una mesa rectangular de madera oscura, la maqueta de un “hombre-árbol”, una fantasía para un
parque temático que se instalará en las inmediaciones de la Plaza de los
Jacobinos. Tanguy trabaja la madera como un artista, para obtener muebles y
objetos sorprendentes. Entre sus logros, una nevera de libros que podrá ser
utilizada por los niños para intercambiar libros o tebeos. La biblio-nevera
será un depósito callejero para libros, para fomentar las lecturas.
El hombre-árbol, una maqueta de Tanguy Tomasi
un maestro trabajando la madera.
No
tardó en llegar Pierre Rieu,
fotógrafo. Colaboraba con Gilles y Alex en el montaje de una exposición sobre
la Memoria Histórica en España, al cumplirse los 80 años de “La Retirada”, la huida de los españoles
republicanos hacia Francia, cruzando los Pirineos por Aragón y Cataluña,
escapando del terror franquista. Un fotógrafo español expondría una primera
selección de fotografías sobre “Fosas comunes”, “Brigadistas Internacionales”,
familiares de víctimas del franquismo… en los siguientes días, en Muret, un pueblo a mitad de camino
entre Rieux-Volvestre y Toulousse, ciudad que fue la capital
del exilio republicano español después de la finalización de la Guerra Civil
española (1939) o Guerra de España, para los actuales historiadores.
∆
UNAS CERVEZAS EN “AUX ENFANT
QUI SÉMENT”.- Al atardecer, Tadeus Kunzt paseó las calles del pueblo, en
su casco antiguo, viendo casas y casas, más o menos antiguas, o más que más antiguas.
También pudo ver la catedral de Rieux-Volvestre, con una torre octogonal:
definía todo el conjunto. Aquel enorme edificio religioso, sin esa torre, sería
una mole inmensa en tonos rojizos.
Alejandra,
y Gilles le dijeron que el mejor contacto con las gentes del pueblo estaría
en en “Aux Enfants Qui Sement”, “Los
niños que siembran” (1);
especificándole que el nombre del “bar-epicerie fine” se prestaba a un juego de
palabras, al sonar fonéticamente “Los niños que se aman”.
"Aux les enfant...", un lugar ideal para tomar
unas cervezas, charlar y escuchar música en directo (Foto: Pablo Torres)
La
fachada de “Aux enfants qui sément” resaltaba por su color azul apastelado. En
la parte alta, dos máscaras, una a cada lado, pintadas de un azul intenso:
podían representar a cualquier ser mitológico. Las máscaras definían –les
aseguró Alejandra– la clase social de la familia. Cuantas más máscaras, mayor
poder económico de la familia. Ahora las máscaras funcionaban más como adorno
que como poder económico. Junto a las máscaras, unos recipientes también
pintados de azul, a modo de jarras troncocónicas, con su correspondiente asa y un
corte lateral para formar la embocadura. Posiblemente fueron empleadas para
regar las plantas de los jardines.
Al
ser un sábado tarde, el pequeño local estaba lleno. Los jóvenes y menos jóvenes
del pueblo, además de charlar de sus cosas, podían escuchar música en directo.
Una joven de la localidad, con una voz clara y rotunda, interpretaba temas más
o menos clásicos: recibía los aplausos de los asistentes más atentos a sus
canciones.
Mientras
tomaban unas cervezas, Gilles hablaba de Teatro, su pasión. En Rieux-Volvestre Gilles
se ocupa del festival de verano, de montar y representar obras. Su último
montaje fue un canto a la libertad contra la barbarie: “Desnudo sobre la tierra” o “La
última noche de Federico”, dedicada al poeta español, asesinado en 1936, en
los Barrancos de Víznar (a unos 20 kilómetros de Granada capital). Un artículo
sobre esta representación teatral fue censurado en la revista “Carta de
España”, en septiembre del 2017. La directora de la publicación, funcionaria
del Estado español, retiró el artículo cuando el autor se negó a quitar del
texto que el poeta García Lorca había sido asesinado en Víznar (Granada).
Gilles es un gran actor, concienciado políticamente:
Quijote soñador. Además de su trabajo, desarrolla piezas de Teatro con personas
que sufren Alzeimer y Autismo. Hace una labor social tremenda, de forma
voluntaria.
∆
CENA EN “LA HALLE”.- El fotógrafo madrileño Pablo T. Guerrero, afincado en Gorey (Irlanda),
recomendó a Tadeus Kunzt que en Rieux-Volvestre comiera o cenara en “La Halle” unas brochetas de corazón de
pato, de sabor exquisito, plato propio de la gastronomía occitana popular.
En el alto Garona hay
un conjunto de platos de la mejor gastronomía del Languedoc, relacionada con
las aragonesa del Pirineo: Cassoulet,
o guiso de judías con salchichas toulousanas; foie gras, de pato o de oca;
salchichas de Toulouse, parecidas a la butifarra; magret de pato, preparado de
distintas maneras; pistache, una variante de la Cassoulet; y “Pétéram”, una
especie de callos.
Hay que degustar dos platos máximos de la Occitania: la Cassoulet, un guiso de judías con pato
y salchichas; y la brocheta de corazones frescos de pato. Insuperables (Foto: Pablo Torres)
A las nueve de la noche Gilles, Tanguy, Alejandra y
Tadeus se sentaron a cenar en el restaurante “Le Halle”, pegado a “Aux Enfant…”. Tadeus siguió el consejo de
Pablo… su gozo en un pozo: no tenían los frescos corazones de pato. La camarera
les explicó que únicamente se servían cuando podían cocinarlos frescos, para no
alterar su sabor. Le dijeron que tenían una sabrosa “Cassoulet” que no
olvidaría, unas judías blancas estofadas con pato confitado… Le resultaron
celestiales.
CASSOULET.- En un plato típico de la gastronomía del sur de
Francia, un guiso popular de las regiones de Languedoc y Mediodía-Pirineos. Los
ingredientes principales son las judías blancas, el pato y las salchichas. El
origen del plato se atribuye, interesadamente, a Castelnaudary, Carcasonne y
Toulouse; aunque parece claro que su origen es medieval, como un derivado del
estofado de cordero y habas, comido en tiempos de los romanos.
El Cassoulet, o
Caçolet occitano, guiso popular y antiguo, de invierno, calórico: se cocina de
distintas maneras, siempre a partir de las judías blancas como elemento básico.
Sin las judías, el plato sería otra cosa. En la Cassoulet de Toulouse, las
judías se cocinan añadiendo las salchichas toulousanas, parecidas a la
butifarra catalana, que le dan un punto singular.
Los ingredientes básicos son: judías blancas (remojar
el día de antes) + tocino + dientes de ajo picados + un ramillete de hierbas
hecho con ramitas de perejil, ramitas de tomillo fresco y una hoja de laurel + Sal
y pimienta + salchichas de Toulouse + morcillas + trozos de pato/oca confitados
+ paletilla de cerdo deshuesada y cortada + Caldo de pollo o verduras + pan
duro, desmigado.
Se prepara a la
francesa, para luego ligar los guisos: cocer las judías en agua durante 10
minutos. Sacarlas y escurrirlas. Se ponen en un cazuela limpia con agua y se
llevan hasta la ebullición, con verduras (tomate, cebolla, zanahoria…). Se
añade entonces el tocino, el ajo, las hierbas y la pimienta, dejándolo a fuego
bajo durante hora y media. Cuando las judías están casi hechas, se pasan a un
cuenco. Aparte de hacen las salchichas y se saltean los trozos de pato o de oca
hasta que estén dorados.
Se ponen las judías en
una cazuela grande, añadiendo las salchichas y la carne confitada, sazonando el
conjunto a gusto. Se añade un poco de caldo y se añade el pan desmigado.
Finalmente se le da al guiso un tiempo de horno (más o menos una hora) para que
todos los ingredientes adquieran un sabor común.
Durante la cena, hablaron y hablaron por turnos, a la occitana,
sin gritar. Alejandra hacía las traducciones, especialmente para Tanguy. Gilles,
de madre española, originaria de Valencia, a falta de la fonética castellana, entendía
lo que se hablaba, aunque le costaba soltarse con los secos sonidos del
español.
Una de las casas medievales de Rieux, por la noche (Foto: Pablo Torres)
Tras la cena, un paseo
por el Rieux-Volvestre más histórico: se llegaron, caminando tranquilos, hasta
el Puente Lajous. El pueblo dormía, sin apenas ruidos: pareciera que les daba
miedo chillar o hablar fuerte. Antes de llegar al puente, una parada en la
fachada principal de la catedral de Santa María, un edificio poderoso,
descomunal para el tamaño del pueblo. Miraron al cielo, despejado de nubes: estaba
cuajado de estrellas.
Pablo Torres
(Primera entrega)
NOTAS
(1) Plaza de La Halle nº 8