TOULOUSE, CAPITAL DEL
EXILIO REPUBLICANO ESPAÑOL
Finalizada la Guerra Civil española o Guerra de España, el sur de Francia se llenó primero de campos de concentración, donde encerraron a los republicanos que lucharon por la libertad y la democracia contra Franco y resto de militares golpistas; y después fue tierra de acogida. Toulousse sería pocos años después la capital de ese exilio político, donde miles de españoles rehicieron sus vidas, integrándose en la sociedad francesa
A primera hora del día, cuando Rieux se desperezaba, Alejandra y Tadeus
cruzaron el puente de Auriac, en Rieux-Volvestre, para llegar hasta la parada del bus, que les
trasladaría hasta la Estación de Carbonne. El tren completaría el trayecto hasta
Toulouse, capital del exilio republicano español de 1939.
Toulouse, en el
suroeste de Francia, entre el Mediterráneo (Gruissan) y el Atlántico
(Capbreton), a 90 kilómetros de los Pirineos, es la capital del departamento
del Alto Garona y de la región de Occitania, capital histórica del Languedoc.
Tiene una población de más de 500.000 habitantes (censo del 2013). Es la cuarta
ciudad de Francia más poblada, por detrás de París, Marsella y Lyon.
La ciudad, de relieve
poco accidentado, a 141 metros sobre el nivel del mar, está cruzada por el río
Garona. Dentro del casco urbano confluyen los canales de Midi, Brienne y
lateral de la Garona. El color dominante de los edificios antiguos es el rojo
ladrillo, por lo que también la denominan la “Ciudad Rosa”.
CAPITAL DEL
EXILIO REPUBLICANO ESPAÑOL.- Finalizando la
guerra civil española, más de medio millón de republicanos cruzaron los Pirineos,
por Cataluña y Aragón principalmente, huyendo del terror franquista.
Inicialmente encerrados en campos de concentración, para calmar a las bestias
nazis y fascistas, cerca de cien mil españoles se establecieron en Toulouse
(Montpellier fue la otra ciudad que acogió a otros tantos republicanos),
llegando a decir que la zona era “la quinta provincia catalana; aunque hubiera
sido más acertado decir que era la cuarta provincia aragonesa.
Desde Toulouse (y Montpellier), acabada la segunda
guerra mundial, organizaron una parte de la resistencia antifranquista, en
distintas facciones: socialistas, comunistas, anarquistas, sindicalistas… la
CNT mantiene abierto su histórico local en el 4 de la rue de Belfort.
Los hijos y nietos de
aquellos españoles que lucharon por la libertad y la democracia, forman una de
las principales minorías de la ciudad: son entre 20.000 y 25.000 descendientes,
que han hecho del español el segundo idioma más hablado de Toulouse, dejando
muestra de su carácter en los ambientes nocturnos, en los bares y terrazas…
Toulouse no puede
verse en un día. Para disfrutar de la ciudad, habría que pasearla durante una
semana al menos. Tadeus, con los consejos de Alexandra, hizo lo que pudo,
eligiendo como punto de partida la Estación central de la ciudad, la Gare.
Iniciaron el recorrido
de la mañana a las 10:20 horas, caminando por la calle (rue) de Bayard hasta
llegar al bulevar de Strasbourg (Estrasburgo), una de las arterias principales.
Giraron a la izquierda para dirigirse al Mercado Victor Hugo y, desde allí,
trasladarse hasta la Plaza Wilson, callejeando hasta la calle de Austerlizt.
MERCADO VÍCTOR HUGO.- Los mercados públicos facilitan toda la información sobre los hábitos
alimentarios de las poblaciones. Francia es un país de agricultores, con sus
propios gustos culinarios y su propia y excelente Cocina en la que destacan el
pato y el paté de pato (en sus distintas razas) o de oca, como delicadeza
universal. Pero hay bastantes más guisos de origen casero, que merecerían toda
una enciclopedia gastronómica (seguro que la hay).
En el interior del mercado, “Maison García” ofrece todo un muestrario de embutidos y chacinas
españolas. Hay jamones españoles ¡qué locura de sabor!, hay chorizos y
salchichones, hay morcillas, salchichas y butifarra. No les faltan clientes.
Hay tiendas especializadas en patos y patés, en todas sus variedades y más. Por
supuesto, no faltan los quesos franceses, secos o cremosos, bocados de delicias
para el paladar.
Los franceses sienten devoción por el pato, guisado de cien maneras
La pescadería daba gusto
verla: limpia, sin apenas olor a pescado, ofrecía todo un conjunto de pescados:
salmón fresco y ahumado, doradas, salmonetes, jureles y verdeles, sardinas,
atún lenguados, truchas… más el marisco: cigalas, vieiras, gambas, calamares,
mejillones… vamos, que podría cocinarse una paella de marisco de primera,
añadiendo sus correspondientes verduras (nunca sobran).
Los ecologistas tienen
sus productos frescos, libres de tratamientos químicos. Pueden elegir entre
amplios surtidos de verduras y frutas, para los muchos guisos de la cocina
francesa, especializada en lo que ahora se llama “maridar” platos.
La conclusión es que
los franceses medios saben alimentarse, con platos de su propia gastronomía;
posiblemente sin renunciar a jamón serrano español y otras delicias culinarias,
propias y foráneas.
LA PLAZA WILSON.- Casi se podría decir que la Plaza Wilson, o del presidente norteamericano Thomas Wilson, fue un espacio exclusivo
de los republicanos españoles. Allí se reunían, en lo que llamaban “El Parlamento”,
para hablar y debatir sobre España, sobre la dictadura franquista y su
improbable regreso; allí vendían sus periódicos y revistas, además de ofrecer
panfletos a los viandantes. En Toulouse se editaba la Prensa de la resistencia,
de organizaciones como la CNT (dirigida por Federica Montseny, ministra de
Sanidad durante la República de España), Mundo Obrero, El Socialista, Ruta…esa
actividad política se extendía hasta la cercana Plaza del Capitolio.
Un tíovivo en la Plaza Wilson.
Entre el final
de la segunda Guerra Mundial e inicios de los Años 60, la producción editorial
en española, para españoles, fue intensa. Se calcula que de los 100.000 que se
instalaron en la ciudad y alrededores, unos 40.000 republicanos se quedaron a
vivir para siempre en Toulouse.
Hoy, la plaza Wilson
es un espacio de recreo, tiovivo incluido, donde conviven tranquilos nativos e
inmigrantes, desheredados y estudiantes, ancianos y ociosos, sentados en los
bancos, al sol o a la sombra, dormitando, algunos leyendo o escuchando el rumor
de una fuente con unos pocos chorros en los jardines Pierre Goudouli
(1580-1649), poeta occitano. Toulouse mantiene la tradición de acogida de
inmigrantes, ahora cualificados y bastante especializados en Aeronáutica. No
faltan los mendigos, no muchos, haciendo ver su pobreza, síntoma de desigualdad
social, de injusticia, de abandono.
EL CAPITOLIO.- Es la sede del Ayuntamiento, la “Mairie”. Su construcción se inició en el
siglo XII. El nombre hace referencia al antiguo templo que los romanos
dedicaron a Júpiter, aunque en realidad es un homenaje a los que promovieron su
construcción, los “capitouls” o miembros del Capítulo o Consejo Municipal.
La fachada del
actual edificio se terminó en el 1750, con diseño del arquitecto Guillaume
Cammas. Las ocho columnas de mármol que adornan el conjunto simbolizan los ocho
primeros “capitouls”, responsables de
los ocho distritos en que se dividía la ciudad. En el interior del conjunto
está el patio de Henri IV, con bustos y placas. Destaca la que rememora la
decapitación, en ese mismo lugar, del duque de Montmorency, en 1632, enemigo
del cardenal Richelieu. El duque
lideró el último intento de independencia del Languedoc: le hizo perder la cabeza.
Tras
cruzar la descomunal plaza del Capitolio, y sortear las muchas terrazas de los
bares para turistas, en los techos de los soportales que hay en el edificio de
enfrente se ve un conjunto de murales que explican en imágenes la historia de
Toulouse, desde época romana. Dentro de esa historia, la del exilio español
republicano del siglos XX, producido después de la guerra civil española.
A espaldas del
Capitolio está la Torre Mayor, el donjon o mazmorra. Es el edificio más antiguo
que se conserva de la antigua estructura del desaparecido complejo municipal.
Sobrevivió a la reforma del 1750 y fue modificado en el 1873: le añadieron un
campanario. El edificio es famoso porque fue prisión del comerciante local Jean
Calas, juzgado en 1762 por ocultar supuestas pruebas del suicidio de su hijo:
significaban la deshonra. El episodio ocultaba las tensiones religiosas entre
católicos y protestantes. El caso fue reabierto por Voltaire: consiguió la
declaración de inocencia de Calas en el 1765 y la rehabilitación de su memoria.
Regresaron hasta la casa de María Muñoz, manchega de 89 años, madre de
Alexandra Bouissy, para hacer una comida casera. Y como era de esperar, todos degustaron un sencillo plato de
corazones confitados de pato al ajillo. Se trataba de saborear al máximo el
pato, en sus vísceras. Y lo consiguieron. Tadeus se sorprendió del plato,
habitual en la gastronomía doméstica. María estaba feliz, con su hija y sus
bisnietas, Shaina y Maissa, que se manejan con bastante soltura en español.
No
tuvieron mucho tiempo para disfrutar de la sobremesa. A los postres, Tadeus y
Alexandra caminaron hasta el novísimo Metro, sin conductor, para desplazarse
por la línea A desde Arènes hasta Saint Cipryen Republique.
HOSPITAL VARSOVIA.- Tras
un pequeño paseo, llegaron hasta un hospital. En una placa se podía leer en
francés y español: “Homenaje a los guerrilleros españoles que han luchado
contra la dictadura franquista y el nazismo. Muchos de ellos en particular los
comunistas, han contribuido a la creación del Hospital “Varsovia”, hoy Joseph
Ducuing”.
La
historia de este centro médico se inicia en octubre de 1944, cuando un grupo de
médicos republicanos, bastante de ellos catalanes, combatientes contra los
nazis en la Resistencia, fundaron un hospital de sangre en Toulouse para
atender a los maquis heridos en la fallida operación “Reconquista” contra la
dictadura de Franco, impulsada por el Partido Comunista de España.
Fachada del histórico Hospital Varsovia.
Aquel pequeño
hospital, de apenas 60 camas, que ocupaba un casón de la calle Varsovia,
incautado a un colaboracionista, se convertiría en el centro médico de
referencia para los cerca de 150.000 exiliados españoles en el sur de Francia.
En el Hospital Varsovia no sólo trataron a los heridos en la frustrada invasión
del Vall d´Arán: los supervivientes de los campos nazis de exterminio de
Mauthausen o Dachau también recibieron atención médica.
En
el Varsovia tenían por norma no cobrar por la asistencia, consolidándose como
el hospital de los republicanos, no sólo comunistas. En la base de datos del
hospital están la mayoría de los nombres del xilio español en Toulouse. El
centro médico sobrevivió por la ayuda altruista ciudadana que llegaba desde los
Estados Unidos, recogida por ONGs civiles y religiosa de carácter progresista.
Un
episodio antidemocrático, organizado por los anti-comunistas norteamericanos,
uno más a lo largo de su historia, provocó que la Policía francesa, en la madrugada
del 7 de enero de 1950, iniciara la operación “Boléro-Paprika”: detuvieron sin
motivos a 404 militantes comunistas, 276 de ellos españoles, entre los que
estaban los médicos del Hospital Varsovia: fueron expulsados de Francia por ser
“espías al servicio del Komintern”,
afirmación absurda. Los gendarmes registraron el hospital, buscando armas y una
radio. Dijeron que el Varsovia era un centro de espionaje de la URSS y un
depósito de armas del PCE: no encontraron nada. La operación fue una farsa impuesta
a Francia por los EEUU.
La
expulsión de los médicos españoles dejó sin atención sanitaria a 80 pacientes
del hospital. Pero el mismo día 7 de enero, un grupo de doctores tulosanos,
del Partido Comunista Francés, liderados por el prestigioso cirujano Joseph
Ducuing, se hicieron cargo del Hospital y pelearon durante 5 años con el
Gobierno francés para evitar el cierre. Hoy día, el Varsovia es el Hospital Joseph Ducuing, un centro
privado-concertado integrado en la red pública sanitaria francesa: está obligado
a reinvertir todos sus beneficios en el hospital.
Desde
el Hospital, Tadeus y Alejandra regresaron al centro de la ciudad, caminando hasta alcanzar la
calle de la República y seguirla hasta el Puente Nuevo. Antes de cruzarlo,
hicieron una parada en el “Quai de l´Exil
Républicaine Espagnol” (Puerto del Exilio republicano español) y en el
Museo de la Historia de la Medicina. Después, una visita a una exposición
fotográfica en “Le château d´Eau”
(Depósito de Agua), pegado al río Garona, una construcción en forma de cilindro,
utilizada para bombear agua, que luego se enviaba, aprovechando la presión que
genera la altura, a las casas.
EL PUERTO DEL EXILIO
REPUBLICANO.- Hasta la orilla izquierda del río Garona, entre 1938 y
1939 llegó la mayor ola de refugiados republicanos españoles, tras la guerra
civil española: cerca de 200.000 personas que cruzaron la frontera a pie, se
establecieron temporalmente en las barracas en esta zona del río. Tiempo
después, se establecieron un poco más allá en el Barrio de san Cyprien.
ANNE DELREZ: “RECUEILS”.-
El depósito de agua, o Château d´Eau”, pegado al Garona, ofrecía una exposición
fotográfica de recuerdos familiares. Más de cien familias prestaron sus
fotografías para conformar una muestra de fotos familiares anónimas. Cada
persona dejando la impronta de los rostros de sus familiares, tal y como eran
en cada momento de sus vidas: infancia, adolescencia, juventud, madurez, vejez…
Tadeus
se maravilló con una fotografía positivada en una placa de caolín, o arcilla
china, tratada antes con sales de plata: una joven rubia de finales del XIX o
de inicios del XX, con el pelo liso, de grandes ojos, con una enorme expresión
de tristeza, mirada perdida, con dos lunares postizos. Qué belleza…
Desde
el Castillo del Agua caminaron hacia
el centro de la ciudad, cruzando el Puente Nuevo (siglos XVI y XVII). En la
fachada del Hotel de las Bellas Artes, una extraña escultura de Argueyrolles (En las redes sociales es
difícil encontrar datos de este artista, si es que es un artista individual).
La escultura que se puede ver desde la calle se supone que es la de una mujer,
sin cabeza ni brazos, sentada rígidamente en el respaldo de una silla, con los
pies en el asiento. En un escaparate, junto a la puerta del hotel, otra
escultura de lo que se supone es otra mujer descabezada y sin brazos,
simplemente de pie, eso sí: con zapatos de tacón… el arte actual es como es.
Poco se puede añadir.
HACIA EL CAPITOLIO.- Alexandra
y Tadeus siguieron caminando hacia el Capitolio. No tardaron en toparse con un
bar español, de nombre “Mucho”. A la
entrada, un cartel indicaba los precios para no engañar a nadie: todas las
pintas, 4 euros; una maxi sangría, 3 euros; un doble de Ricard, 3 euros; un
mojito, 5 euros; y un Virgin mojito, 3 euros. La “Hora feliz” la tenían
establecida entre las 17:30 y las 19:00 horas. Bueno, algo más de una hora. La
felicidad no debería tener límites temporales.
Un
poco más allá, el Hotel Assézat,
cerca de la plaza Esquirol, construido entre 1555 y 1557 según proyecto de
Nicolás Bachelier, uno de los arquitectos toulosano más importante del
Renacimiento. Tiene una puerta monumental de madera. Al cruzarla se llega a un
patio interior, restaurado en 1993. Un año después fue reinaugurado como sede
del museo de la Fundación Bemberg, donde exponen una colección de pinturas de
los siglos XV al XX. El edificio está declarado monumento histórico desde 1914.
El edificio perteneció a la familia española Gómez Trujillo. Cambió el nombre
por el francés D´Assèzat por causa del exilio provocado por el franquismo.
Los edificios históricos están por toda la ciudad
POR LA CALLE DE LES
CHANGES.- En la rue des Marchand, uno de los edificios más singulares,
en blanco y rojo. Tadeus pudo ver hasta doce cariátides, doce bellas mujeres
sin brazos, haciendo de columnas del edificio.
Avanzaron
por la calle Mezt para desviarse a
la izquierda por la estrecha calle peatonal de les Changes. Llegaron a una casa histórica, “La Ruche” (La Colmena). Después enlazaron con la calle Saint-Rome. En el número 1 hay un
edificio antiguo, o lo parece, con la fachada de ladrillo y tramado de madera;
más el añadido de una torre circular. Tadeus no pudo ver ni una pequeña placa
con datos sobre el edificio.
La luz no era
la adecuada para obtener una buena foto, y la estrechez de la calle, impedía un
buen ángulo para obtener una buena fotografía. Hizo lo que pudo con la cámara.
Minutos después estaban en la Plaza del
Capitolio: se imponía una parada y una cerveza en una de las muchas
terrazas que ocupaban parte del espacio público. Eran las cuatro de la tarde.
Escaparate de una de las librerías, en la calle Taur
Descansadas
las piernas, mojada la garganta, desde los soportales del edificio que mira a
la fachada principal del capitolio, enfilaron hacia la histórica calle du Taur, donde pudieron ver
algunas librerías de viejo, como la de Maldoror,
con un escaparate en el que se podía ver hasta un cartel taurino con los
espadas Ángel Peralta, Ignacio Vargas, Firmin Bohorquez y Luc Jalabert; la de Casteran Eric, discreta; o la Libraire Occitania, especializada en temas
de la región…
Unos
números más allá, un edificio histórico para los españoles, con la fachada de
ladrillo rojo, con una placa en francés y español: “Los números 69 y 71 de la
calle Taur fueron, durante la dictadura franquista, la sede del Partido
Socialista Obrero Español y de la Unión General de Trabajadores”. El edificio
es actualmente la Filmoteca de Toulouse
(Cine L´Espoir), donde se celebraron numerosos congresos del PSOE, centro de
mítines. En sus salones actuaron numerosos grupos artísticos del exilio y, en
1972, Felipe González y sus más
próximos materializaron la renovación de su partido. En el primer piso se
encontraba la Casa del Pueblo y en el nº 71 la sede de la UGT.
Un lugar histórico del socialismo español en el exilio.
LA IGLESIA DE SAN SERNÍN.-
Al final de la calle, la iglesia de San Sernin o basílica de san Saturnino, el
templo emblemático de estilo románico más grande de toda la Occitania (la
segunda más antigua después de la Abadía de Cluny). Aseguran que el santuario
se levantó sobre la tumba de san Sernín, obispo de Toulouse. La iglesia forma
parte de los bienes del Camino de Santiago en Francia, declarados Patrimonio de
la Humanidad por la UNESCO en 1998.
La
construcción del templo actual se inició a finales del siglo XII, a partir de
la capilla levantada en el siglo V, que se había quedado pequeña para el número
creciente de católicos. En el siglo XII era un templo colegial de canónigos
dirigidos por un abad. Las obras se iniciaron por el ábside, detrás de la
capilla: el lugar se puede visitar, al hacer las veces de cripta. El templo
tiene sus reliquias, para culto de sus fieles. En el año 1096, el Papa Urbano
II consagró el altar. Tras algunas modificaciones, añadidos y supresiones en
los periodos gótico y renacentista, durante la Revolución de 1789, el capitolio
fue suprimido. El
exterior del templo impresiona, especialmente su campanario de 64 metros.
La visita a
Toulouse terminaba. Alejandra y Tadeus debían regresar a Rieux. Otros centros españoles quedaban
lejos del circuito diseñado por Alejandra. Debían marchar hacia la Estación
central de autobuses, pegada a la Estación central del Ferrocarril, la Gare. Los centros
que no pudieron visitar fueron La Halle aux Grains y la sede de la CNT en el 4
de la rue Belfort.
OTROS CENTROS POLÍTICOS
ESPAÑOLES.- En la Place
Dupuy, La Halle aux Grains, acogía
cada año a los anarquistas de la CNT para conmemorar su “19 de julio de 1936,
aniversario de la Revolución”, día en el que el pueblo español tomaron las
armas para defender la libertad y la democracia de la segunda República de
España. La plaza fue también escenario privilegiado de numerosas reuniones del
Partido Comunista de España, con la presencia de su histórica dirigente Dolores
Ibárruri, “Pasionaria”.
En el número 4
de la Rue Belfort se instaló la sede de la CNT. En este barrio colorido y
cosmopolita los anarcosindicalistas tuvieron su centro de actuación. Desde
agosto de 1945 albergó la Dirección del MLE-CNT, de la Federación Ibérica de
Juventudes Libertarias (FIJL) y de la Solidaridad Internacional Antifascista
(SIA), para más tarde quedar como Secretariado Intercontinental de la CNT.
Tras
realizar algunas pequeñas compras, en autobús se desplazaron hasta la Estación
central de Autobuses. El regreso a Rieux-Volvestre lo harían en autobús, para
ver las comunicaciones por carreteras. Un café con leche y un pequeño bollo y
“carretera y manta”. Cuando el transporte estaba a la altura de la población de
Portet-sur-Garonne, hablaron del campo de concentración llamado “Le Récédédou”,
de dramáticos recuerdos para los republicanos españoles, judíos y otras
víctimas de la vesania nazi y sus colaboracionistas franceses.
CAMPO DE “LE RÉCÉBÉDOU”.- Ciudad obrera construida en 1939 por la “Poudrerie
Nationale de Toulouse, en Portet-sur-Garonne, a unos 20 kilómetros al sur de
Toulouse, se convierte desde junio de 1940, en un centro de acogida y
alojamiento para los refugiados republicanos españoles de la guerra civil, para
poblaciones civiles de Bélgica y del norte de Francia después de la debacle,
también para los judíos extranjeros después de la votación de la ley
anti-judíos del 4 de octubre de 1940.
La política francesa de
especialización de lugares de internamiento transformó le Récébédou, a partir
de febrero de 1941, en un campo-hospital previsto para 1.400 personas. Ansiosos
por tranquilizar a la opinión pública (previamente engañada), movidos por las
condiciones de internamiento, el régimen colaboracionista con los nazis de
Vichy, decidio hacer de Récébedou un “campo escaparate” donde los periodistas y
asociaciones caritativas podían entrar.
Pero rápidamente las
condiciones de vida se deterioraron: insuficiencia de comida, de higiene, de
cuidados sanitarios, de equipamientos… el campo-modelo de la propaganda de
Vichy se convierte en eun lugar de muerte.
En el verano de 1942,
el campo de Récébédou se convierte en la antecámara de Auschwitz, se establece
como la “solución final para la cuestión judía”. Tres convoyes de 749 internos
salen de la estación de Portet-Saint Simon, vía Drancy, hacia los campos de
exterminio.
Cartel de una de las exposiciones sobre el exilio republicano español de 1939
La protesta del
cardenal Saliége, arzobispo de Toulouse, suscita las reacciones importantes en
el extranjero y se paran las deportaciones desde le Récébédou. El
campo-hospital se cierra a finales de septiembre de 1942.
Tras la liberación,
los republicanos españoles del campo de exterminio de Mauthausen (Austria) se
instalan en una docena de barracas. El enclave es bautizado como “La villa Don
Quijote”, símbolo del exilio y del imposible retorno a la España franquista.
Espacio cultural y de
recuerdo de la villa de Portet-sur-Garonne, el Museo de la memoria fue
inaugurado el 6 de febrero del 2003, con la presencia de M. Elie Wiesel, premio
Nobel de la Paz. Instalado en un antiguo edificio del campo, el museo acoge una
exposición permanente, reconstrucciones, una sala de conferencias y de
exposiciones temporales, para que cada uno pueda aprender del pasado. Permite
igualmente la consulta sobre lugar de un cierto número de obras tratando más
particularmente los campos de internamiento.
EL CAMPO DE VERNET D´ARIEGE.- La conversación entre Tadeus y Alexandra les llevó al
campo de concentración de Vernet, ubicado en la pequeña localidad de Le Vernet,
población de unos 500 habitantes en la región Mediodía-Pirineos, departamento
de Ariège, distrito de Pamiers, cantón de Saverdum.
El campo de
prisioneros se levantó en 1918, entre Le Vernet y Saverdn (departamento de
Ariège), para albergar a prisioneros austriacos durante la primera Guerra
Mundial. En los años de entreguerras, se utilizó como depósito de materiales.
La Comisión de
búsqueda de Campos de Concentración, reunida en Fox en 1939, para confinar a
los cerca de 10.000 soldados de la División Durruti que habían cruzado la
frontera y estaban recluidos en Latour-de-Carol, decidió trasladarles hasta Le Vernet.
Los primeros prisioneros llegaron el 10 de febrero de 1939. Después se amplió
el número de internos, pasando a ser un campo disciplinario al entender las
autoridades francesas que eran “republicanos extremistas” y combatientes de las
Brigadas Internacionales.
Tras declararse la
segunda Guerra Mundial, fueron internados en este campo todos los extranjeros
considerados sospechosos o peligrosos para el orden público en Francia.
Los escritores Max Aub
o Arthur Koestler,
internados en ese maldito campo, describieron en sus obras “Manuscrito cuervo.
Historia de Jacobo” (Aub) y “Escoria de la tierra” (Koestler), el horror del
confinamiento en el campo de La Vernet, las condiciones infrahumanas de
aquellos prisioneros, entre los que había intelectuales antifascistas, judíos,
brigadistas internacionales…
UNA QUICHÉ DE ORTIGAS.- Al anochecer, el bus llegó a Rieux-Volvestre. Aquel
día largo, machaconamente largo para Tadeus y Alexandra, no había terminado.
Faltaba completar una cena distinta, con Pierre Rieu. Su mujer, Sonia Sutra nos
enviaba una suculenta quiché de ortigas, en una demostración de que pueden
consumirse productos de los campos que despreciamos por ignorancia.
Sonia Sutra, o Sonia
Rieu-Sutra, es un personaje singular, la “crieuse publique” de
Rieux, algo así como la “gritadora pública”, o conciencia social de la villa
que dice verdades como puños, los domingos que decide recorrer el pueblo y,
subida a una banqueta, canta las verdades del barquero a quien quiera
escucharla. Porque sus palabras hablan de ecología, de problemas sociales, de la
falta de solidaridad y compromiso político. Es una activista político-ecológica
que no se corta a la hora de decir a voces que los gobiernos se están cargando
el planeta con sus políticas económicas suicidas.
Sonia Rieu-Sutra, la conciencia de Rieux-Volvestre
La quiché, tarta
salada francesa, se elabora con huevos batidos (3 huevos enteros por cada 200
Mililitros de nata líquida o entera), nata líquida, dentro de un molde de masa
quebrada casera; y los productos de relleno que se deseen añadir. En la receta
original se hacía con huevo y nata, pero ha evolucionado: actualmente se añaden
verduras, queso, yogurt, bacon, espinacas, puerros, tropezones de salmón…
Las ortigas, con un
primer hervor o lavadas a chorro con agua fría, pierden su poder urticante:
pueden ser ingeridas sin ningún temor. Y se pueden integrar en quichés,
tortillas, empanadas… recomiendan cosechar los brotes y hojas tiernas, que
aparecen en primavera y son mejores al paladar. Alexandra, Tadeus, Tanguy y
Pierre Rieu dieron buena cuenta del quiché, sin que nadie hiciera el menor
gesto de rechazo a las ortigas.
Texto y fotos: Pablo Torres
(no se permite la reproducción de las fotografías,
sin permiso previo, por escrito, del autor)