lunes, 12 de abril de 2021

RETRATOS SATÍRICOS CONTEMPORÁNEOS (4)

LA DUQUESASASÁ RABIOSASASÁ

 


Periodista, es un decir; historietadora, a partir estrujarse la cabeza con el Libro gordo de Petete; visionaria, por los efectos de algún potente alucigógeno; injuriadora, por vocación desafiante; más ida que engreída, por nacimiento, la duquesasasá no se andaba con chiquitas: "Te pego dos hostias como dos panes como me lleves la contraria, lacayo". Tenía extraños poderes en sus ojos: era incapaz de ver mendigos negros y mendigos rumanos, en las puertas de los supermercados; aunque esas mismas órbitas eran capaces de ver comunistas en las esquinas, bolcheviques en las plazas, bolivarianos en las tabernas, rojos en los parques; perroflautas con flauta y perros, en los ateneos... estaba rodeada. Salir a la calle era un peligro, "¡Cristo salvame!": podían atracarla o violarla nada más salir de su palacete y pisar la acera.

    –¿Qué me pasa doctor Freud, acaso soy un monstruo?

    –¿Por qué crees que eres un monstruo?

    Se fabricó un pasado a medida. Descendía de las más nobles familias desde el medievo, algo así como tener su origen en una de las patas del caballo del Cid Campeador, o del mismísimo Santiago Matamoros, patrono de las Españas. Y ese pasado suyo, de tan noble linaje, recordaba al de aquel otro escribidor, criado en el barrio de Salamanca, educado en El Pilar, que se inventó y difundió que su papá fue víctima de un grupo de rojos incontrolados, durante la guerra civil, cuando la realidad demostró que fue paseado por los nacionales. Los suyos, no los rojos, despacharon a su papá.

    Educada en las mejores universidades del mundo mundial, con nombres anglosajones, la duquesasasá rabiosa sasá tenía alta sensibilidad social hacia los desheredados del planeta. Afirmaba sin ruborizarse que el Sol salía sin distinciones para todos, ricos y pobres, por el Este... y se ponía por el Oeste.

    –¿Qué me pasa, doctor Freud, por qué me odian?

    –¿Por qué crees que te odian?

    –Doctor, le pago para que me dé respuestas, no para que me haga preguntas impertinentes. Yo pago, usted contesta... ¿entendido boludo?

    –Me paga cuando me paga, duquesasasá...

    La hicieron creer que era una intelectual de primer orden, forzando huecos para que estuviera en las tertulias más reaccionarias y carcas de los medios de comunicación más extremados de las derechuzas, diciendo barbaridades y mentiras, anunciando el apocalipsis comunista. Y su hablar soberbio, sentando cátedra, le granjeó enemistades hasta entre sus compañeros de fatigas, activistas de extrema derecha, expertos en la manipulación y desinformación. Porque la duquesasasá rabiosasasá despreciaba a todo aquel de baja cuna, al no soportar la ordinariez, ni el olor a sudor de los descamisados; aunque si alguna vez se hubiera escuchado, saltaría en el tiempo para volver al oscurantismo de la Edad Media, tiempo de divinidades para someter a los villanos.

    –¿Qué me pasa doctor Freud, por qué me llaman trompetera?

    –¿Quiere una pregunta o una respuesta?

    –¡Mira Gachego, no me respondas con una pregunta, no me cheas boludo no me seas porculero!

    –La trompeta, señorara duquesasasá, es un instrumento para ser tocada con dedos y labios virtuosos. Hay que mantenerla en la carnosa boca, deleitándose, saboreándola. ¿Entiende?

    –Doctor Freud, cho no toco la trompeta...

    Tabernera vocacional, de corazón verdulero –"¡Patatas y sandías, las robo de noche y las vendo de día!"–, deseando no dejar títere con cabeza, afirmaba sin alterarse que todo aquel que negara los santos dogmas de la Economía capitalista –liberalismo fascista bajo la forma de libre mercado–, fabricados en la Escuela de Chicago (EEUU) por Milton Friedman hacia la mitad del siglo XX, era un adepto a la fe comunista, enemigo de la libertad y la democracia... palabra ésta que le generaba irritación y serios problemas de dicción.

    –Vamos a nuestros ejercicios de pronunciación...

    –Usted no es logopeda...

    –Señora condesasasá, yo soy un psicologopeda, dadá... vamos al ejercicio. Repita la palabra democracia...

    –Demofagia...

    –En su subconsciente, señora condesa sasá, persiste algún trauma gastronómico de la infancia... ¿Quién la obligaba a comer?

    –Déjese de jodas, psiquiatra... a mí nadie me dice qué comer o cuantas copas tengo que tomarme... puedo darle un hostión y mandarle a Galichia a comer mejillones de bateas..

    –Ánimo, no es difícil –el doctor Freud, sin amilanarse–. Diga conmigo de-mo-cra-cia...

    –Di-mos-tro-fia...

    –No sé si su caso tiene remedio o es usted en todo su cuerpo un caso irrecuperable. Hay un nudo cerebral en su cabeza, una cabeza de ajo que presiona su cerebro, afectando a conceptos básicos comprensibles para toda persona con estudios básicos. Vamos a intentarlo otra vez. Diga lentamente democracia...

    –Demosfofia...

    No lograba pronunciar la palabra, deformando la pronunciación con palabros como defagofia, destrofrocia, demoprosa, demolocria... El psiquiatra se desesperaba. La señora duquesasasá era una paciente contumaz, irrecuperable, con serios desórdenes mentales producto de su educación elitista sesgada, llena de prejuicios, dentro de los valores más rancios del medievalismo más oscuro trasladados a los inicios del siglo XXI.

    –Vamos a hacer un último intento, señora duquesa...

    –Fefocrocia...

    –Señora duquesasasá, tiene usted fobia a la democracia...

    –No diga polladas, boludo. La aicarcomed y yo somos uña y carne.

    El psiquiatra dio por finalizada la sesión de terapia, anotando la dificultad de la duquesasasá para pronunciar la palabra democracia, o entender el concepto democracia y su normal funcionamiento en la sociedad. Y su diagnóstico era concluyente: irrecuperable para la democraciaciaciacia...


Pablo Torres (Madrid, 12 de abril 2021)

 

 

   

 





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