martes, 26 de septiembre de 2023

Viajes: CAMINOS, LUGARES, ACENTOS (5)

TOULOUSSE, CAPITAL DE EXILIO REPUBLICANO 

Las moscas son esos pequeños insectos, de carácter pesado, dispuestos a amargarte una mañana, una tarde o una noche. No sé si tienen dientes, pero parece que muerden. Los mosquitos son peores, por silenciosos. Mi antebrazo derecho tiene dos recuerdos en forma de hinchazones: dormía plácido cuando me dejaron su carga química.

            En la televisión francesa, programa “Matin” (La Mañana), entrevistan a Marie Lepen, una tipeja de la extrema derecha. Los propietarios de los medios de comunicación, de las élites económicas capitalistas, están empeñados en normalizar a la extrema derecha. No sé qué intereses ocultos hay en normalizar a las derechuza europeas, pero esos intereses crearán graves problemas al conjunto de la población. Las élites económicas, infectadas de avaricia, se creen a salvo de cualquier crisis. Las clases medias están molestan, instalándose en la extrema derecha. Todos pagaremos tanta avaricia, tanta tolerancia con las derechas.

Cualquier español que conozca levemente la historia de España, relacionada con la postguerra civil, el exilio político a Francia desde los primeros meses de 1939 y el franquismo, sabe que Toulousse fue la capital de los republicanos españoles: cruzaron los Pirineos para no ser víctimas mortales del terror del caudillo Francisco Franco, un generalito sanguinario sublevado contra la segunda República de España.

En los soportales de la Plaza del Capitolio, reproducción de una fotografía de los míticos Robert Capa, con un fondo picassiano.

 No podemos olvidar el trato cruel que las autoridades galas dieron a los republicanos, combatientes por la libertad y la democracia. Los gobernantes franceses de las peores derechas, reaccionarios y racistas, trataron a los españoles con desprecio y maldad: les encerraron en campos de concentración, instalados en las playas de Argèles-sur-mer, Saint Cyprien y Barcarès; más los de Gurs, Septfons, Rivesaltes, Vernet d´Ariège… Muchos españoles murieron de hambre y enfermedades.

Poco tiempo después, muchos españoles se sumaron a la Resistencia, en la Francia ocupada por los nazis de Hitler, para realizar operaciones de sabotaje contra los soldados alemanes. Otros se incorporaron al ejército francés, como los que se integraron en “La 9”, del general Lecrerc, o la Novena de la Segunda División blindada de la Francia libre.

Los dos grandes nombres del exilio político español, de 1939, en Francia, fueron el poeta Antonio Machado, fallecido y enterrado en el pueblecito francés de Colliure, donde también murió su madre; y Manuel Azaña, presidente de la República de España, muerto y enterrado en Montauban, un poco más allá de Toulouse, al norte.

Una de las calles céntricas de Toulousse.

 HACIA TOULOUSE.- Antes de salir hacia Toulouse, me acerqué hasta la iglesia de Lavelanet para hacer unas fotografías. En ese momento llegó un camión de la basura: aparcó en la puerta del templo. Los operarios de la limpieza se bajaron para ir hasta el bareto del pueblo,  junto al Ayuntamiento. Me fastidiaron las fotos sin proponérselo. Por la tarde la luz impedía una buena iluminación del templo. Decidí que haría las fotos en otro momento.

Para evitar problemas de aparcamiento en Toulouse, nos llegamos en coche hasta Carbonne, pueblo cercano a Lavenanet. En la estación sacamos los billetes. En la taquilla nos atendió un joven amable: no tenía la menor idea de español o de inglés. Parece una broma que digan que los españoles no tenemos idea de idiomas. Qué se pasen por Francia y verán qué nivel de idiomas... El tren pasó a las 11:03 horas. Llegaríamos a Toulouse sobre las once y media.

            ALGO DE HISTORIA.- Capital del departamento del Alto Garona y de la Occitania, al norte de los Pirineos, capital histórica del Languedoc, Toulouse tiene una población de medio millón de personas (censo del 2020). Es la cuarta ciudad más poblada de Francia. El área urbana suma un total de 1.470.899 vecinos. La ciudad está cruzada por el río Garona. En su casco urbano confluyen las canales de Midi, Brienne y lateral del Garona.

La libertad, uno de los emblemas de Francia.

            Toulouse fue una de las sedes del Gobierno republicano en el exilio, ciudad de cien mil refugiados españoles (la mayor comunidad española en Francia, junto con la de Montpellier). Organizaron parte de la resistencia antifranquista en sus sedes. Toulouse también se conoce como la quinta provincia de Cataluña. Finalizada la segunda Guerra Mundial, las sedes políticas y sindicales volvieron a abrir sus sedes. Socialistas, comunistas, anarquistas, sindicalistas, independentistas… se agruparon alrededor de la Casa de España. Actualmente la sindical anarquista CNT mantiene abierto su histórico local en el 4 de la rue de Belfort. Los españoles forman una de las principales minorías de la ciudad. Cerca de 25.000 vecinos de la ciudad, de origen español, han contribuido a que el español sea el segundo idioma más hablado. El carácter español también está presente en la noche toulousana.

            Los acentos en Toulouse son muchos: francés de Francia, francés, colonial, español, catalán, occitano, árabe… son los sonidos propios de una ciudad que no ha parado de crecer demográficamente, con ciudadanos franceses, incluidos los de las excolonias; a los que sumar de otras procedencias de continentes como América, zona sur, y Asía.

La hora del aperitivo, una parada en el trabajo.

GRANDES CAMINATAS.- Condicionados por Silvia, nuestra pequeña de casi siete años, nos dimos grandes caminatas por Toulouse, Capitolio incluido, en un día caluroso, sofocante por momentos. La humedad aumentó la sensación de calor pegajoso.

La plaza del Capitolio, lugar emblemático de la ciudad, estaba invadida por pequeñas tiendas que vete tú a saber qué promocionaban: ¿feria, evento deportivo? Era una vergüenza que ocuparan un espacio público, de los ciudadanos, para beneficio privado: impedían obtener una buena instantánea de la gran plaza. Los gobernantes lo tienen claro: es más importante el negocio de unos pocos que el disfrute público de un espacio de los ciudadanos.

No era la primera vez que estaba en Toulouse, aunque me volvieron a impresionar los muchos mendigos que la ciudad alberga, los parias de la tierra, situados en puntos estratégicos para obtener el mayor número de limosnas. Creo que sólo Madrid supera en número de mendigos, por metro cuadrado, a Toulouse. Supongo que Francia, en conjunto, está bien servido de “moros” y “negros” –poner ciudadanos de color, me resulta cursi e hipócrita–.

La moda es la moda. Hace calor y obligaba a llevar poca ropa, caminando por las sombras formadas por las calles de la ciudad. Las mujeres optaron, un año más, por pantalones vaqueros short: las más desinhibidas llevaban con garbo el short, dejando ver los glúteos para disfrute o sufrimiento de los hombres.

Las bicicletas circulaban constantemente por toda la ciudad, colándose incluso por dirección contraria. Es la ecología, una manera de vida que se impone a los vehículos contaminantes.

La catedral de Toulousse, un templo descomunal, ejemplo del poder de la iglesia católica.

TEMPLOS RELIGIOSOS DE TOULOUSE.- El templo dedicado a Saint Etienne, catedral de Toulouse, tiene unas dimensiones colosales, demostración del poder de la iglesia católica en Francia, en tiempos antiguos. No es el único edificio religioso de la ciudad. También está el convento de los Jacobinos, la basílica de san Sernín y otros grandes edificios, super-vivientes a la revolución burguesa (revolución francesa, en España), años en los que hubo un cambio de poder: la nobleza fue sustituida por la nueva clase burguesa, dispuesta a cambiar los roles sociales y la economía de un país, concentrada hasta entonces en una casta social parásita. El hecho cierto radica en la pérdida de poder e influencia de la iglesia católica, siempre al lado de los poderosos, como “arma” de control de los pobres: les ofrecen una vida mejor, en la otra supuestas “vida”.

LOS PATÉS DE GANSO, OCA Y PATO.- Es raro no encontrar una tienda en Toulouse que no ofrezca paté de pato, de oca o de ganso. El paté o foiegrás es el producto francés por excelencia, incluso por delante de la “cassoulé” de alubias con muslos de pato. El foiegrás lo venden en tarros de cristal, en trozos de hígado; o con “morceaux” (partes). También se puede adquirir por “bloques”.

El proceso de elaboración de tan suculento manjar se concluye con el cebado del pato, el ganso o la oca: se alcoholiza al animal, alimentándole con maíz empapado en vino, provocándole una inflamación inducida del hígado, hasta donde sea posible.

Los precios del paté son escandalosos. Sólo pueden acceder a tan excelso alimento las personas con grandes medios económicos. Un tarro de 300 gramos sube hasta los 49,90 euros. Hay otros patés más económicos, pero no tienen ese “buqué” o punto de sabor tan característico del paté o fuagrás de los gansos o las ocas. El fuagrás de ganso entero, del Perigord, a la trufa negra de la misma región, al 5% de contenido del hongo hipogeo, se paga a 68,80 euros los 100 gramos… o a 668 euros el kilo. Todo un dineral.

El turismo, fuente de ingresos de pueblos y ciudades.
 
Comimos bien en un italiano, junto al mercado de Víctor Hugo. Los restaurantes italianos son los menos caros: no se puede hablar de gastronomía barata en Francia. Los taberneros parecen formar una casta especial de atracadores a tenedor armado. No tienen piedad con los turistas, sus víctimas más inocentes. Se han impuesto desfondarles, obligándoles a buscar formas alternativas de alimentación: llevar una mochila culinaria, llena de embutidos y comidas caseras como la tortilla de patatas, más unas cuantas latas de conservas para hacerse bocadillos domésticos; buscar un supermercado en el que comprar sobres de embutidos varios, más pan de molde, con la correspondiente bebida para luego saborear el menú en algún banco de alguna plaza; buscar algún kebah y alimentarse con esas “cortezas” churruscadas de carne vacuna, o con otras carnes de animales como los caballos matalones...

El turista, en territorio comanche, debe moverse con todas las cautelas: es importante evitar un palo descomunal al bolsillo, aunque no es tarea fácil, no. Un ejemplo: una botella de agua, de medio litro, tiene un precio de un euro y medio. Es toda una pasada, también vista en Madrid, la llamada “Corte de los milagros”. 

La estación del ferrocarril, en Toulousse.

EL REGRESO A LAVELANET.- Iniciamos el regreso, por la zona central de la ciudad. No pudimos ver el Canal del Midi, con sus barcos para aguas fluviales amarrados en la orillas; ni otros edificios religiosos de respetables medidas, incluida la basílica de la Dorada… el convento de los Jacobinos sólo pudimos verlo parcialmente, en su exterior…

            En la estación central de ferrocarriles, un hormiguero humano en movimiento continuo: nos subimos al primer tren que bajara hacia el sur, con parada en Carbonne. El recorrido de vuelta no superó los treinta minutos. En los aparcamientos, subimos al coche, para trasladarnos hasta el Carrefour y hacer una compra de alimentos y bebidas. En la gran superficie, en la sección de cervezas, comprobaríamos que no hay una cerveza nacional francesa de calidad, como por ejemplo la Mahou en España, la Sagres en Portugal, o la Guinness en Irlanda. La mayoría de los estantes estaban copados por cervezas belgas: mucha fama, poco sabor, exceso de productos extraños a la cerveza (cerezas y otras frutas impropias para la bebida)… además de caras. Buscando y rebuscando, pude ver la “13 Hope” de Guinness, una gran cerveza rubia irlandesa. No lo dudé: me hice con unas pocas botellas de cristal de 33 centilitros: el típico “tercio” de litro.

    EN LAVELANET.- A las nueve de la noche todavía teníamos una fuerte luz. Salí a tomar el fresco al porche del apartamento: escuché el sonido de la campana de la iglesia. Nueve campanadas metálicas para indicar las nueve de la noche, con luz día. El cielo estaba con algunas nubes: horas antes habían caído algunas gotas. El vuelo de las golondrinas, limpiando el aire de mosquitos y otros insectos, me hizo pensar en su vuelo migratorio desde África: toda una odisea. También pude ver mirlos y escuchar el torpe piar de los gorriones. En el pueblo apenas hay otros ruidos, salvo los ocasionales de algún coche.

Una casa típica de Lavelanet de Comminges

     Con tiempo para cotejar y digerir lo vivido a lo largo del día, se me ocurrió que los franceses, por razones desconocidas, parecen estar siempre cabreados, como los españoles espesos de pensamiento corto: no les gusta tener cerca a sus vecinos. Algo así como juntos, pero no revueltos. No sé. No era la primera vez que visitaba Toulouse y su pueblos del sur: Muret, Carbonne, Rieux, Montesquieu… y sí, se reúnen con sus amigos más cercanos. Pero les gusta mantener las distancias. O es la sensación que tengo.

Pablo Torres
Capítulo del libro "Caminos, lugares, acentos"
Páginas 121 a 129. Se editará a finales del 2023 o inicios del 2024


 

 

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