sábado, 2 de septiembre de 2023

VIAJES: CAMINOS, LUGARES, ACENTOS (2)

 

 

 

 

El acceso a la cueva, desde uno de los costados de la formación rocosa

ZUGARRAMURDI, DELIRIO CON BRUJAS

Martes, 4 de julio 2023

 Nos levantamos a las ocho y media de la mañana. Durante la noche llovió, sin estridencias. Al abrir las ventanas, nos llegó el olor húmedo que desprenden arbustos y árboles. Junto al caserío, una gran higuera, un nogal, robles… los olores de la montaña son algo desconocido para los pobladores de las grandes ciudades, acostumbrados a respirar todos los días el aire contaminado por los malos humos de los vehículos y otras industrias contaminaciones.

Viendo la orografía de Sara, los verdes acuosos, pienso en la orografía de toda la cornisa cantábrica y en los pueblos que la habitaron, pueblos prerromanos: desarrollaron un mismo arte, vivieron en cuevas, sobrevivieron con las mismas técnicas de caza y pesca... Los vascos parecen ser los descendientes de aquellos pobladores, antiguos iberos que se extendieron por encima de la frontera del río Ebro e incluso bajaron a las montañas ibéricas. Creo que una parte de Euskadi es el último reducto de los pueblos iberos anteriores Roma y su imperio.

ZUGARRAMURDI. Nos trasladamos hasta Zugarramurdi, desde Sara. El caserío de Sara pertenece a Francia, aunque forma parte del País Vasco. Entre Sara y Zugarramurdi hay unos pocos kilómetros por una carretera local. Las cuevas son impresionantes.

            En la comarca de Baztán, a 83 kilómetros de Pamplona, se localiza Zugarramurdi, pueblo de inmediato asociado a la brujería por unos procesos inquisitoriales contra unas mujeres acusadas de brujas en el siglo XVII. El municipio se forma con cinco lugares habitados: Azcar, Echartea, Madaria, Olazur y Zugarramurdi. Unos pocos kilómetros separan Sara de Zugarramurdi. La evolución poblacional de Zugarramurdi es negativa: tienen 232 vecinos (censo del 2017).

Uno de los caseríos típicamente vascos

             En origen, Zugarramurdi fue un poblado de caseríos abandonados, rodeando el monasterio de san Salvador. Fue declarada villa en el año del 1667. La historia de Zugarramurdi está marcada por un proceso de la Inquisición, del año 1610: acusaron de brujería a cuarenta vecinos, la mayoría mujeres, condenando a doce de ellos a morir en la hoguera. Las sentencias se basaron en testimonios cuajados de supersticiones y envidias. Los testimonios nunca fueron fiables: condenaron a inocentes sin pruebas.

            El gran atractivo de Zugarramurdi son sus cuevas, o la Cueva de los Aquelarres, también Cueva de las Brujas. El arroyo Olabidea, o “Arroyo del infierno” atraviesa una masa de roca caliza, en la que excavó una serie de cuevas a distinto nivel. La cueva de mayor tamaño forma un túnel de 100 metros de largo por 20 metros de ancho y 30 de alto. Afirman que, en estas cuevas, se hacían reuniones de brujas o aquelarres. La brujería es un fenómeno de los siglos XVI y XVII. No hubo brujas ni embrujados hasta que no se comenzó a hablar y escribir sobre la brujería. Entre los lugares donde se abrió paso el temor a supuestos poderes sobrenaturales, están los pueblos dl territorio fronterizo del antiguo reino de Navarra.

En origen, Zugarramurdi fue un poblado de caseríos abandonados,rodeando el monasterio de san Salvador. Fue declarada villaen el año del 1667. La historia de Zugarramurdi está marcada por un proceso de la Inquisición, del año 1610: acusaron de brujeríaa cuarenta vecinos, la mayoría mujeres, condenando a doce de ellos a morir en la hoguera. Las sentencias se basaron en testimonios cuajados de supersticiones y envidias. Los testimonios nunca fueron fiables: condenaron a inocentes sin pruebas.

           Supersticiones, tradiciones ancestrales, rigor religioso, fanatismo, conflictos políticos… se unieron en ese tiempo oscuro para acusar de brujería cualquier aprensión y prejuicio en una sociedad cristiana, sin espacio para la disidencia religiosa: el demonio y la supuesta posesión demoniaca siempre fue la gran excusa de la jerarquía católica para someter a una población analfabeta, sometida al dogma. Dudar del dogma podía llevar a la hoguera. En concreto se les acusó de celebrar misas negras, provocar tempestades en el Cantábrico, causar males a los animales y campos, practicar el vampirismo y la necrofagia…

            La historia de la brujería es la historia de su persecución. La autosugestión y la psicosis colectiva fabricaron disparates que llevaron a un buen número de inocentes a la hoguera. Las brujas nunca existieron: quizá fueran mujeres con ciertos conocimientos de botánica, capaces de identificar hierbas curativas para animales y personas. Esa capacidad de curación de enfermedades quisieron asociarlo al demonio, en forma de macho cabrío, fabricando estupideces. Entre tontos y maliciosos pusieron en funcionamiento la Inquisición, órgano cristiano de máxima represión, siempre vigilante de la ortodoxia.

            Para mantener el interés turístico, actualmente celebran el solsticio de verano con una fiesta de culto al fuego; y en las fiestas de agosto, con una “bacanal” gastronómica de carneros asados o “zikiro-jate”. En suma, poca brujería, mucha tontería. Por supuesto, todas las afirmaciones sobre la brujería en estas cuevas son fantasías y fabulaciones.

Una maravillosa formación geológica.     

    El antiguo hospital de la población se ha reconvertido en “Museo de las brujas”. El día que visitamos las cuevas, el museo estaba cerrado, hecho que debe considerarse como netamente español.

            En la actualidad, Zugarramurdi se define por un conjunto de caseríos, en unas pocas calles. Entre su patrimonio monumental religioso está la iglesia de la Asunción, del siglo XVIII, parcialmente destruida por las tropas napoleónicas en 1793. El templo se reconstruyó durante el siglo XIX. También se puede ver la ermita de la Señora del Rosario. No hay mucho más donde elegir.

            LAS CUEVAS DE ZUGARRAMURDI.- Las cuevas de Zugarramurdi son una pequeña maravilla de la naturaleza. Sobresalen por su carácter superficial, a unos quinientos metros del casco urbano del pueblo, en el antiguo camino Zugarramurdi-Sara. El poco caudaloso río Olabidea, o “Arroyo del Infierno”, de aguas cristalinas, ha erosionado lentamente la piedra, recorriendo la cueva principal, buscando su salida.

            Cuando se entra en la zona de la cueva, se puede ir directamente a la oquedad o realizar un circuito externo contemplando la naturaleza circundante. Si se elige  “el circuito”, hay que superar todo un conjunto de desniveles, siguiendo un camino señalizado. En ese camino, hay que subir y bajas más de quinientos escalones. Realizarlo, supone una pequeña hazaña mañanera.

            Vivimos tiempos de raras costumbres, extendidas allá donde viajes. En las cuevas de Zugarramurdi vimos que la gente amontonaba piedras, de distintos tamaños, en un equilibrio constante. Aseguran que hacer eso, conlleva atraer a la buena suerte: es volver a las supersticiones, a las creencias irracionales implantadas en la sociedad, ahora con un aire de exquisitez moderna. Nos apuntamos a ese movimiento absurdo, con Silvia: dejamos un montoncito de piedras, unas sobre otras, en ese difícil equilibrio que se supone atrae a la buena suerte.

Para mantener el interés turístico, actualmente celebran el solsticio de verano con una fiesta de culto al fuego; y en las fiestas de agosto, con una “bacanal” gastronómica de carneros asados o “zikiro-jate”. En suma, poca brujería, mucha tontería. Por supuesto, todas las afirmaciones sobre la brujería en estas cuevas son fantasías y fabulaciones. El antiguo hospital de la población se ha reconvertido en “Museo de las brujas”.

             UN HORNO DE CAL.- Dentro de la cueva se conserva un horno de cal, construido en el siglo XVIII, un tiempo de necesidades y hambre. Los agricultores descubrieron que la cal viva mejoraba la cosecha de sus campos. El horno era un cilindro hueco, con bóveda y entrada superior para la carga de la piedra caliza. Disponía de otra entrada inferior para la leña, de todo tipo de árboles y arbustos. Y una tercera entrada para el tiro y la ceniza. Podían tener un pequeño tejadillo (legorra) en la entrada.

El interior de las cuevas despierta la fantasía 

     Se construían próximos a roquedos calizos, donde abundaba la materia prima y en zonas de pendiente para tener buen acceso a las bocas superior e inferior. El proceso se iniciaba con la cocción de  la cal a baja temperatura, aumentándola hasta alcanzar los mil grados. En ese momento, la piedra caliza se convierte en cal viva. Se dejaba enfriar durante dos días y se extraían para repartirla entre los vecinos.

EL CONTRABANDO.- La división del País Vasco en dos espacios, uno para España y otro para Francia, originó el contrabando en épocas concretas. España, tras la guerra civil, necesitaba de toda suerte de productos. Los particulares recurrían al contrabando para subsistir. El contrabando se hacía normalmente de noche, en sentido norte o sentido sur. El contrabandista y su burro o mula, se movían de un lado a otro con azúcar, café, chocolate, vino, tabaco, telas…también mercancías más complejas: maquinaria, herramientas, ovejas, caballos, vacas… incluso se pasaban personas que querían huir de España por motivos políticos.

Para desarrollar bien el trabajo, existían acuerdos tácitos entre “carabineros” y “douaniers” y contrabandistas. Caso de encontrarse en el monte, los contrabandistas abandonaban sus alijos a cambio de que los guardias de frontera no dispararan y les decomisaran las mercancías.

La orografía del terreno y su vegetación siempre han sido los idóneos para el tránsito ilegal de mercancías y personas. La frontera es amplia, con regatas y sendas, con grutas y cuevas donde esconder sus productos. La propia senda que une las cuevas de Zugarramurdi, Sara y Urdazubi evoca los caminos que hubo del contrabando.

 

Texto y fotos: Pablo Torres (capítulo del libro de viajes "Caminos, lugares, acentos", 

páginas 105 a 110, que se editará a finales del año 2023 o inicios del 2024).

 

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