Respecto
a lo que la novela de Pablo Torres me sugirió, empezaré por el fondo. En
general, y como ya dije en su momento, pienso que en la vida hay que mojarse. Creo
que Pablo Torres entrevistó a Gabriel Celaya, ¿no es así? Pues entonces lo digo
con sus palabras:
Maldigo
la poesía concebida como un lujo
cultural
por los neutrales
que,
lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo
la poesía de quien no toma partido hasta mancharse
En cambio considero que no hay
una diferencia entre tomar partido y posicionarse, y crear dos bandos –lo cual,
por otra parte, es perfectamente perdonable a un español–, poniendo en frente a
“los que no se ajustan”. Ortodoxo es
el adjetivo que se aplica aquél que quiere deslegitimar al que no piensa exactamente
como él, ahora no recuerdo de quién es la cita. Por supuesto, en el marxismo
esto es una cosa bien sabida: se lleva casi un siglo discutiendo sobre
conceptos y matices, cuando el propio Marx no se preocupó mucho de eso, sino
que más bien se dedicó a comprobar en la práctica la validez de sus enunciados.
Yo me siento más cerca de un
Hobsbawn o un Fontana que de un Aróstegui, por ejemplo –cito únicamente
historiadores, porque el propio Marx era fundamentalmente un historiador–. Digo
todo esto porque en la novela me parece obvio ese intento de dibujar una línea
que delimite, aunque en la realidad la gente no está enfrente: realmente pienso
que el PP no es un partido fascista; es más, estoy persuadido de que a un
liberal le repugna más el fascismo que a un individuo de extrema izquierda.
Para un liberal, un régimen dictatorial es absolutamente inadmisible. Otra cosa
es que mucha gente del régimen tuviera que reciclarse en AP para poder seguir
chupando del bote, ¿entiendes lo que quiero decir con todo esto? Pero en este
caso, creo que estamos hablando más de la “democracia
a la española” que de la pura teoría. Vivimos en un país en el que parece
democrático que menos de 200.000 personas prohíban a más de cinco millones ver
los toros.
Después, en lo que podemos
llamar “forma”, creo que podrías
agilizar la novela revisando la primera parte para darle ritmo el del final. Es
verdad que en ningún momento eres descriptivo, que intentas ser directo, pero
hay una diferencia entre ser directo y tener un ritmo ágil. Es lo principal que
creo que puedo aportarte como crítica. Luego, por decir algo más, yo valoro
mucho la sugestión en la literatura, porque la literatura es el lenguaje
volcado sobre sí mismo; es decir, lo que hace que algo sea “literario”, me parece,
es la forma y no el fondo. Todos podemos decir: “La vida es un viaje largo y, a veces, uno se encuentra sólo y perdido”,
pero no todos podemos decirlo como Dámaso Alonso en “Mujer alcuza”. Algo así.
En cuanto a los logros, creo que
la idea es buena. Si no me equivoco, intentas que unos personajes
desequilibrados imiten determinadas situaciones, opiniones… de gente más o
menos ilustre, para remarcar su estupidez. ¿Por qué un mismo hecho es loable o
estúpido, dependiendo de quién lo haga? Más o menos es eso, si he entendido
bien, ¿no? Me parece con toda sinceridad, una cosa muy original. Además, en
muchas ocasiones lo difícil es encontrar qué hacer; y no hacer, como decía
Picasso de Van Gogh, que su genialidad era, sobre todo, haber pensado en pintar
sus botas.
Bueno, esto es todo. El día que
decidas cortarte la oreja, por favor escríbeme a este mismo e-mail para que
pueda estar presente.
Nacho Pérez Vicente
(Año 2010)
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