viernes, 2 de diciembre de 2022

LA MEMORIA DEMOCRÁTICA, UNA NECESIDAD

LA VERDAD DE LA REPRESIÓN FRANQUISTA

EN EL PUEBLO MANCHEGO DE MIGUEL ESTEBAN

 

Pablo Torres publica “Lucharon por la Libertad y la Democracia (Represión franquista en Miguel Esteban, Toledo. 1939-1947)”, un estudio de la brutal, genocida represión franquista en un pueblo manchego de La Mancha más árida

 

Pablo Torres ha publicado “Lucharon por la libertad y la democracia” (Madrid, mayo del 2022), un estudio de la represión franquista en el pueblo manchego de Miguel Esteban (Toledo), un grueso volumen de 855 páginas numeradas que puede considerarse como una pequeña enciclopedia del horror franquista en una villa que en 1939 tendría poco más de 3.200 habitantes. La obra es fundamental para conocer unos hechos brutales hurtados a los migueletes, a partir de una versión oficial maniqueísta, en las que unos, los franquistas, eran los buenos, los que dieron un golpe de Estado y provocaron la guerra civil; y otros, los malos malísimos, eran los republicanos que lucharon dentro de la legalidad de la Segunda República de España, defendiendo la libertad y la democracia.

Antes de avanzar en la reseña del libro, hagamos un pequeño análisis de ese periodo histórico republicano español.

Pocos periodos históricos han interesado tanto en la Historia de España como el que abarca la primera mitad del siglo XX. En 1931 se proclamó la República y en 1936 un golpe de Estado fascista auspiciado y financiado, entre otros,  por la Alemania nazi y la Italia fascista nos llevó a una guerra civil que desembocó en una dictadura totalitaria que duró cuarenta años. Se estima que se han escrito más de 20.000 títulos sobre esta materia y a día de hoy sigue siendo una cuestión viva en nuestra sociedad que despierta pasiones y debates; cada año aparecen nuevas investigaciones y publicaciones, muchas de ellas merced a la apertura al público y a los investigadores de nuevos archivos y al mismo tiempo otras publicaciones de corte revisionista que obedecen a un fin ideológico que pretende legitimar al franquismo con mucha nostalgia y odio, tergiversando y manipulando la historia, sin aportar investigaciones basadas en fuentes científicas.

La dictadura franquista impuso a los españoles su versión falsa, sesgada e ideológica de los hechos que llevaron a la guerra civil. Los escasos libros que se publicaban, tras superar la censura, obedecían a un fin legitimador, propagandístico y justificativo del golpe contra la democracia (De la Cierva, Arrarás, Salas Larrazábal, etc). Esa es la Historia que inculcaron a varias generaciones de españoles. Sólo a finales de los setenta y gracias, sobre todo, a los hispanistas (Preston, Thomas, Brenan, Jackson, Malefakis, Southworth, etc) que se interesaron por investigar la historia de la España republicana, la guerra civil y la dictadura, las nuevas generaciones de españoles empezaron a aproximarse a conocer lo que realmente aconteció en este periodo histórico. Tras la llegada de la democracia y con la apertura de algunos archivos históricos, una nueva generación de historiadores (Julián Casanova, Ángel Viñas, Moradiellos, Fusi, Javier Tussel, Gil Pecharromán...) ha publicado multitud de libros sobre la República y la Guerra civil que evidencian y desmontan los mitos y la mentiras históricas y políticas fundacionales sobre las que se construyó el relato que legitimó a un Régimen dictatorial de base totalitaria fascista.

Con el fin de la guerra no llegó la paz sino la victoria de los fascistas. El terror y la venganza doblegaron a la mayoría de los derrotados y el silencio y el olvido fueron los medios de los vencidos para sobrevivir y proteger a los descendientes del estigma de ser rojos republicanos o familiares de rojos en esa España donde “el nuevo amanecer”, tras la guerra, trajo “la justicia al revés”, como dijo Serrano Suñer, donde los que se sublevaron contra la democracia acabarían condenado por “adhesión a la rebelión” a los que estuvieron del lado de la República y la democracia. Más de 50.000 muertos tras la guerra, unos tras procesos judiciales sumarísimos y sin garantías, otros de hambre y enfermedades en cárceles inhumanas. Hasta 1958 España no recuperó los niveles de renta y desarrollo que había tenido en los años de la República, era la España de los veinte años de paz “de los cementerios”.

Documentar todos los casos individuales de represión, ejercida con unos consejos de guerra en los que los sublevados acusaban a los republicanos de un delito de adhesión a la rebelión –lo que se llama justicia al revés– le ha llevado a Pablo Torres su tiempo, consultando Archivos, entrevistándose con familiares de víctimas de los franquistas. Y al revisar más de 60 casos de migueletes previamente encarcelados o fusilados sin sentencia firme, descubre unos métodos prefabricados: cualquier afecto a la nueva dictadura, por iniciativa propia o inducido por las fuerzas oscuras de Miguel Esteban, formulaba su denuncia a partir de unos hechos gravísimos, sin aportar nunca la menor prueba. Citaba a otros afectos a la dictadura como supuestos testigos, que completaban un cuadro de horrores, donde los rojos asesinaban impíamente a una persona o muchas personas, sin indicar día, hora, lugar o identidad. Construido un relato fantástico y delirante, se pasaba al juez militar de Quintanar de la Orden y al fiscal. Los acusados no tenían derecho a defensa. En el mejor de los casos, se le asignaba un abogado defensor de los sublevados que daba por bueno el relato y pedía desde penas de cárcel a penas de muerte.

 Rafael de la Torre, fusilado-asesinado. En su consejo de guerra ha desaparecido la condena. ¿Fue condenado a muerte? No lo parece.

      Conviene hacer una pequeña pausa para aproximarnos a la llaman “Transición ejemplar”. Cualquiera que haya vivido aquellos años, sabe que no tuvo nada de ejemplar: se hizo como se pudo, a punta de pistola.

Con la Transición, “de la ley a la ley”, se impusieron el olvido (la amnesia), “la amnistía” (ley de 1977, de punto final) y la “reconciliación” que sólo existió en las cabezas de las élites que fabricaron la gran mentira de una “Transición ejemplar”. Muchos miles de españoles continúan en las cunetas mal enterrados, esperando que les devuelvan la dignidad humana que les arrebataron los abuelos de algunos de los que ahora dicen que entregar sus cuerpos a las familias es reabrir heridas. Una Transición modélica, sin duda, donde los franquistas quedaron impunes y mutaron en demócratas de toda la vida.

En los pueblos el terror impuso el silencio y la sumisión... el que se movía, garrotazo y tente tieso. Muchos padres no transmitían a sus hijos sus relatos de lo que sucedió, de lo que vivieron y padecieron,  para protegerles; y éstos, acabaron asumiendo el relato adoctrinador y legitimador de los vencedores, en muchos casos. Visiones hagiográficas de los vencedores y maniqueísmo: mártires frente a demonios rojos, una Cruzada católica con mercenarios moros, regulares y legionarios frente al “comunismo ruso”, buenos frente a malos, españoles frente a antiespañoles.

Sólo en los últimos años y tras muchas reticencias y obstáculos, algunos archivos que aún quedaban vetados al público han sido abiertos a los investigadores para su consulta; tal es el caso del Archivo del Tribunal Militar Territorial número 1 (Madrid). Fruto de esa circunstancia y tras años de investigación, Pablo Torres nos permite conocer los sumarios que se instruyeron contra migueletes republicanos y ver cómo se desarrollaron los consejos de guerra y los juicios sumarísimos. La represión fue brutal, los juicios no tenían ninguna garantía procesal, los encausados estaban condenados de antemano; se buscaba dar un barniz de legalidad a un Régimen dictatorial donde los sublevados juzgaban a los defensores de la República, donde te condenaban a 20 años o a muerte “por adhesión a la rebelión”, por haber defendido la legalidad de un régimen democrático

Los dos libros de Pablo Torres, sobre la guerra civil en Miguel Esteban (Toledo).
 En Miguel Esteban hubo asesinatos y ejecuciones extrajudiciales después de marzo de 1939. Los casos más brutales fueron los de “Los Abeles”, Abel Rodrigo y sus hijos Fidel y Miguel, de los que no hay rastro de su participación en ningún acto violento; el de Paulino Argumánez, por dar muerte a Juan Flores; y el de Eusebio Patiño Férreo, representante del PSOE en el Ayuntamiento miguelete, primer teniente de alcalde. Este último crimen, ya en mayo de 1941,  destapó la peor vesania de unos sanguinarios sublevados, ávidos de dinero: su casa fue saqueada y una cuadrilla de monstruos, armados de picos y palas buscó y rebuscó un “tesoro” que sólo estaba en sus cabezas. El asesinato de Eusebio Patiño, “El Raco”, tres días después de su detención ilegal por milicias de Falange Española y de las JONS, se declaró oficialmente como “suicidio”. El cadáver nunca fue entregado a la familia. Basta con revisar, en el libro de Pablo Torres, la “autopsia” que le hicieron al cadáver, para comprobar que el informe médico no se corresponde con un supuesto suicidio. Eran los métodos de los franquistas para institucionalizar el terror entre la población civil.

Es importante reseñar también que toda la corporación municipal, excepto un caso de un traidorzuelo, fue fusilada en uno de los paredones del cementerio de Quintanar de la Orden. Todos los consejos de guerra iniciados con la fecha 14 de abril de 1939, acababan en penas de muerte. Hay que reconocerles a los sanguinarios franquistas de Miguel Esteban un raro sentido del humor. Esa fecha, coincidente con la proclamación de la República de España, era determinante para la petición del fiscal y el fallo militar de pena de muerte.

Mientras estos hechos ocurrían en Miguel Esteban, en las cárceles el hacinamiento las llenó con más de 300.000 mil personas y allí el hambre y las enfermedades diezmaron a la población reclusa. Sólo poco antes del final de la Segunda guerra mundial, conscientes de la derrota de sus aliados nazifascistas,  comenzaron a excarcelar a muchos de los condenados a 20 años y a otros se les conmutaron las penas de muerte. El Régimen necesitaba mano de obra barata y sobrevivir a la caída de sus monstruosos aliados Hitler y Mussolini presentándose a los aliados como un baluarte anticomunista, como un “Centinela de Occidente”.

Conviene ser muy prudente y precavido en la lectura del libro de Pablo Torres y no dejarse llevar por la argumentación de los acusadores franquistas. Hay que leer entre líneas y ser crítico, sacar cada uno sus propias conclusiones y ser conscientes de quiénes redactaban las sentencias y qué les movía. Los condenados no tenían derecho a defensa y cuando la tenían eran militares franquistas quienes actuaban como figurantes-abogados de oficio; condenaban sin pruebas en la práctica totalidad de los casos; y el trato a los encausados, evidenciaba la falta de respeto a su dignidad como personas. Por no hablar de lo que hay detrás de muchas de las supuestas confesiones: torturas, maltrato, amenazas, coacciones a la familia, supuestas delaciones, falsas acusaciones para salvar la propia vida.

Este volumen que apareció en mayo del 2022, “Lucharon por la Libertad y la Democracia”, es la segunda parte del libro que este autor publicó en 2008, “Los años oscuros en Miguel Esteban”. Ambos son el fruto de años de investigación buscando en fuentes primarias militares, en archivos, en periódicos de la época, en testimonios de personas que vivieron aquellos hechos o en sus familiares directos. El autor ofrece una visión cronológicamente ordenada y documentada de los hechos políticos y sociales, desde una perspectiva republicana, contextualizando la realidad local dentro del ámbito provincial y nacional, abordando históricamente los acontecimientos desde los inicios de la República hasta 1952. Supone por tanto un punto de inflexión en el conocimiento de la historia local de Miguel Esteban en ese período histórico. Se supera así la mera tradición oral de padres a hijos: las versiones parciales, sesgadas, emocionales, interesadas, descontextualizadas y distorsionadas, producto de las visiones ideologizadas, de la ignorancia o del adoctrinamiento al que sometió el franquismo a la población. Por otro lado, sorprende lo difícil que resulta obtener testimonios de familiares directos –Pablo Torres tiene 18 entrevistas con migueletes, testigos directos de la guerra civil, recogidas en un libro inédito–. En muchos casos porque los represaliados y sus hijos ya han muerto o siguen teniendo miedo a hablar; y en otros, porque desgraciadamente los nietos han asumido el relato de los vencedores de una manera acrítica, anteponiendo en muchas ocasiones sus prejuicios ideológicos, su amnesia selectiva, su alienación con la ideología dominante o simplemente su cobardía frente a la dignidad de sus antepasados: asesinados y deshonradas y estigmatizadas socialmente sus familias.

¿Que hubo violencia de izquierdas? Es evidente. El 17 de julio comenzó un golpe de Estado en España y Miguel Esteban podría haber caído del lado sublevado, de hecho la mitad de la provincia cayó del lado franquista en los primeros meses de la guerra. El resto de la provincia quedó sin Guardia Civil porque marcharon a defender El Alcázar de Toledo, esos hechos determinaron que al sur del Tajo la provincia cayera del lado republicano.  El 20 de julio de 1936 los sublevados migueletes estaban atrincherados en varias casas y el primer asesinado fue un republicano de la Puebla de Almoradiel, Juan Rubio, que acudió en defensa de sus vecinos migueletes demócratas con otros milicianos, incluidos los llegados de Quintanar de la Orden y Corral de Almaguer. Había una trama migueleta civil de sublevados, había armas y había listas negras con los nombres de lo rojos que había que eliminar, según se lee en algunos testimonios. Como venganza por esa muerte se desató un día de furia y llegaron cuatro ejecuciones en la plaza del Ayuntamiento a manos de milicianos forasteros.

Entender lo que sucedió en Miguel Esteban requiere conocer en profundidad aquella época y ampliar el zoom a la comarca, a la provincia, a España: el contexto político, el devenir del golpe de Estado y la revolución social que provocó en los primeros meses en la España republicana, la situación en la comarca, en la provincia. El historiador y sociólogo José María Ruiz Alonso –gran amigo de Pablo Torres y prologuista de su primer libro– nos dejó una gran obra de imprescindible lectura: La guerra civil en la provincia de Toledo. Utopía, conflicto y poder en el sur del Tajo (1936-1939), de imprescindible lectura si se quiere entender la guerra en la provincia de Toledo.

Hace unos días se aprobó la nueva ley de Memoria Democrática que sustituye a la conocida como ley de Memoria Histórica. Miles de españoles esperan en cunetas y fosas comunes a que se dignifiquen sus memorias, a que se anulen sus consejos de guerra, a que se les reconozca como víctimas, a que se limpien los callejeros de nuestros pueblos de nombres franquistas. La herida sigue abierta y hay que cerrarla, sólo así llegará la normalidad democrática que necesitamos.

Quiero aportar unas líneas, que definen la metodología de trabajo de Pablo Torres. Un buen amigo suyo localizó un documento de uno de los Ramírez Checa, destacados sublevados migueletes, en el que este individuo declaraba ser alistado en Madrid, en el Batallón Largo Caballero en septiembre de 1936. Pablo Torres decidió comprobar si esa declaración respondía a verdad. Y buscó datos del Batallón Largo Caballero… sorpresa: se creó en diciembre de 1936. El tal Ramírez Checa, según su propia declaración formó parte de ese batallón tres meses antes de crearse. Asombroso, ¿verdad? Así funcionaba el franquismo: mentiras, sucesión de mentiras, brutalidad, terror, propaganda incesante declarándose los buenos…

Ah, una última cuestión: después de 40 años de democracia, los responsables del Ayuntamiento de Miguel Esteban ni se han planteado un homenaje a la corporación municipal republicana de izquierdas (febrero de 1936 a febrero de 1939), fusilada-asesinada en Quintanar de la Orden. Da la sensación de que tienen interiorizada la mendaz versión oficial franquista de los hechos ocurridos en Miguel Esteban. Y por supuesto, ellos son los buenos. El libro de Pablo Torres demuestra lo contrario.

 

Pietro Case

Madrid, 1 de diciembre 2022

 

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